por Barbara d'Introno
Durante el siglo XX, el comportamiento de las sociedades y de las culturas hacia la naturaleza en sus múltiples aspectos se caracterizó por una creciente interferencia humana en la relación entre nuestra especie y el hábitat natural. Un antropocentrismo que muchas veces ha asumido el disfraz de una gélida insensibilidad capaz de hacernos olvidar, como señala Ortega y Gasset, que «yo soy yo más mi entorno y si no lo conservo, no me conservo».